No entendía lo que decías. No oía tus palabras. Pensaba en cómo hacías para estar tan guapo, sentado en el borde hablando de cosas que no me interesaban, con tu cadera hacia delante... tus piernas abiertas, abierto tú.
Quería que dejases de hablar.
Quería que probases mis besos, y no sólo esos, quería que probases también mis besos de whisky: besos con cojín y con palabras: “cierra los ojos, no te muevas”.
Me interrogabas con los ojos: que qué pensaba hacer...pero lo intuías. Sabías lo que deseaba. Sabía lo que deseabas.
Notar la forma de mi boca con cada movimiento y vaciar el vaso de un solo trago y un beso impregnado todavía con tu sabor y con él del licor. Y besarte, besarte, besarte...
¿No te gusta el whisky?
¿O te mueres por mis besos de whisky?