sábado, 4 de junio de 2011

Una carrera.



Estiro el cuello. Junto mis manos en una V perfecta. Entro en el agua en el ángulo justo desplazando el líquido a mi alrededor y avanzando al ritmo exacto de mis latidos. Sin esfuerzo. Podría nadar así toda la noche. 
Mis pensamientos se agrupan en categorías y los voy archivando: escribir, él, trabajo, dolor, placer, sentir... 
Siento. Siento un escalofrío que me recorre de arriba a abajo. He percibido claramente el deslizamiento de su recuerdo en mi cuerpo...
Pero es sólo un bálsamo que apacigua. Son sensaciones traidoras. Engaños de mi carne que lo busca en los roces más absurdos del día: mi boca mordiendo una manzana a dentelladas fuertes, mi dedo recorriendo el borde de la mesa, el agua tibia rozándome al pecho al avanzar...
Mi pecho: despierto, dispuesto, irreflexivo, irrespetuoso, mostrándose, ofreciéndose... mi pecho abierto...
Me hundo y el agua me devuelve el impulso que me lleva arriba, una rodilla y luego la otra, me elevo despacio... 
"Rápido El-la, coordínate: piensa rápido y actúa. Te toca a tí. Has echado una carrera y has perdido..."

El sabe lo que tiene que hacer: nada.  
Quedarse quieto...y esperar. 

4 comentarios:

  1. Es curioso, pero nadando entras en otra dimensión física que te ayuda a encontrarte, a pensar, a relajarte. Es un medio propicio para cualquier ensoñación e incluso para encontrar respuestas a muchas cosas.
    ...a mí me pasa.

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  2. Curioso Sergio a mí me pasa lo mismo... puedo nadar horas sin pensar en nada en concreto o en todo... supongo que se llama meditación. He encontrado también las mejores respuestas después de unos cuantos largos.
    Un saludo azul

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  3. Caray. No, no puedo comentar. Este texto me tuvo al borde del asiento, debo reconocerlo.

    Muá.

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  4. Pues para no poder comentar ... has hecho un comentario precioso..
    un muá azul

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